Resumen

Todo cambió cuando él se interpuso en mi camino, sin un motivo, sin una explicación, se propuso cambiar mi vida, y lo consiguió, pero las consecuencias, son impredecibles

domingo, 29 de abril de 2012

6º Entrega

Esa misma noche deje la carta, con la esperanza de tener algún plan en los próximos días.

Kristen

Cuando me fui a acostar, me encontré con un papel igual que el de aquel día que no paraba de rondar en mi mente. Aquella caligrafía tan vertiginosa a mi vista. En la parte de arriba ponía mi nombre, esa letra delato a su dueño.
Era de Ciro.
El corazón me latió cada segundo mas deprisa y por fin pude sentir algo, en las ultimas semanas me había convertido en un cuerpo guiado por la rutina, y la ira.
Temí abrir el papel por lo que pudiera poner, pero pensé, que ya nada podría ser peor que esto. Me senté en la cama, con las piernas cruzadas sobre la colcha, y lo abrí.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y dentro de mí apareció algo indescriptible, no esa nausea que me subía por la garganta, si no quizás esa emoción a la que solían llamar esperanza.
El chico, como anteriormente solo había usado las palabras justas y necesarias “iré a por ti” y lo creí, esperando que ello no fuera en vano.

Cada día que no apareció se convertía en una puñalada, que iba partiendo mi corazón en pedacitos cada vez más pequeños, pero, tras nueve días, apareció, justo como me había dicho que haría.
No me hizo falta tenerlo cerca, ni siquiera diferenciar su cabello castaño y sus ojos verdes. Sabía que era el cuando su silueta apareció entre las sombras, mas allá de los limites del orfanato a la hora de rezar.
Me quede hipnotizada con esa sombra negra. Alzó el rostro y vi sus ojos felinos brillar.
Mi cara se sonrojo como si me hubiese puesto en ridículo, cuando en realidad, ese acto me hacia sentir mejor que nada. Vi como sus labios se curvaban hacia arriba en una sonrisa cuando se percató de que lo había visto.
Nadie se dio cuenta de que tenia la vista fija en el jardín, aunque yo tampoco me fijaba en el resto, solo tenia ojos para verlo a el.
Cuando su rostro hubo salido de entre la oscuridad, me puse en pie con un estrepitoso sonido que rompió el silencio de la sala, Salí corriendo y nadie me frenó. Abrí la puerta principal y le di alcance, antes de que ésta volviese a cerrarse con un portazo.
Me abalance sobre el y nos fundimos en un abrazo, intimo, irreal, fuera de lugar. No se muy bien por que hice eso, no lo conocía, solo habíamos estado juntos una noche, pero necesitaba aferrarme a algo.

Ciro:

A pesar de su efusiva reacción, no me sobresalte, la recibí con los brazos abiertos aceptándola a mi lado, por que ya no volvería a alejarla de mi.
Cuando la chica volvió en si, casi me empujo para que me separara de ella. Pude ver una sonrisa oculta en sus labios y como el rubor trepaba por sus mejillas, lo que no vi, fue arrepentimiento.
-        hola – me dijo en voz baja, no me contuve y volví a abrazarla.
-        Lo siento… - susurré
-        ¿Por qué? – sabia que temía mi respuesta, su voz que quebró un poco y sus ojos lo decían todo. Precisamente por ello, es por lo que no seria capaz de cumplir lo que me habían ordenado.
 Durante días, había estado pensando en una manera de escapar de esto, pero no tenia ningún plan, y comenzaba a dudar de que hubiera modo alguno de escapar, y a causa de ello había llegado esa noche allí, no se me ocurriría nada, y no podía quedarme de brazos cruzados viéndola sufrir, era incapaz.
-        por haberte metido en esto – quieren matarte, y contigo a nuestro hijo, al igual que desterrarme a mi, debí haberle dicho, pero no lo hice, tampoco me hubiera entendido – tenemos que irnos.

Kristen

Miré hacia atrás, no con nostalgia, como se pudiera pensar, solo regale una ultima mirada a ese sitio donde había perdido los últimos meses.
El chico estaba algo inquieto, y, quizás, yo también debería estarlo, pero en cambio, no lo estaba.
Estaba impaciente, impaciente por salir de allí. Agarro mi mano, haciendo a una oleada de algo indescriptible recorrerme el cuerpo y tirando de mí.
A lo lejos, las luces del edificio se encendían una a una, haciéndolo salir de la penumbra de la noche. La puerta crujió y algunas monjas salieron a buscarme entre la oscuridad, pero no temí, sabia que no me cocerían de nuevo.
Ciro dirigió el coche de vuelta a su casa, y al entrar, el aroma de la estancia me devolvió todos los recuerdos que había estado intentando olvidar.
-        ve al cuarto y coge todo lo que puedas – me dijo, tendiéndome una maleta. Clave la vista en sus ojos durante un fugaz segundo y no hizo falta mas para ver el temor que su alma guardaba. No sabia por que, pero el simple hecho de que algo pudiera tener aquella reacción en el hizo que mi cuerpo se estremeciera y un escalofrío recorriera cada centímetro de mi piel. Algo me decía que no era por las monjas.
Cogí la maleta y hice lo que me ordenaba, cogí lo que me pareció imprescindible, algunas blusas, pantalones y mantas, cuando vi esos papeles de ese color envejecido tan peculiar. Una pluma reposaba en el lapicero, brillante y firme como un soldado de plomo. Cogí ambas cosas y las oculte en un bolsillo de la maleta.
Antes de salir, mire por última vez aquella habitación. La cama hizo que fugaces recuerdos se agolparan en mi mente. El suave aroma que el chico desprendía estaba latente en toda la estancia, y entonces, me molesto tener que salir de allí.
Ciro tiro de mi brazo y me sobresalte con su contacto
-        ¿Qué parte de “tenemos que irnos” no entiendes? – me gritó, cada vez mas inquieto.
Sus ojos titubearon unos momentos, mientras los míos se inundaban de lagrimas como una niña pequeña a la que acabaran de herir, baje la cabeza para que no se diera cuenta de la batalla interna que se estalla llevando acabo en mi. Se acercó lentamente y me atrajo hacia si, una lagrima se escapo, acariciando suavemente mi mejilla
-        lo siento… - le susurre al oído. Yo lo apreté aun mas fuerte, liberándome así un poco de la carga q me acogía – vamos
Agarró la maleta y nos dirigimos a la calle. Estaba algo aturdida e incluso confusa. La emoción del momento había sido reemplazada por el temor contagiado del joven.
En la esquina había aparcado un Volkswagen gris, al que el se dirigió. Abrió la puerta del copiloto invitándome a entrar, y antes de hacerlo, me obligue a echarle un ultimo vistazo. Se había calmado un poco, pero ese temor seguía ahí.
Pareció notarlo y al sentarme poso la mano en mi mejilla, regalándome luego la mejor de sus sonrisas.
-        no te preocupes… - casi suplicaba, y yo obedecí.
Oí como abría el maletero, y luego lo cerraba con un duro portazo, mientras, me arrellané en el asiento esperando a que el se sentara en el sitio del conductor. Arranco el coche con una agilidad increíble, y en ese momento me fije de la madurez que reflejaba, tenia la mandíbula tensa y la mirada perdida.
-        ¿Cuántos años tienes? – le pregunté
-        Trescientos veintinueve – me dijo, una carcajada leve salio de mi garganta y se fue apagando al ver que el seguía serio.
Me quede un buen rato mirándolo, buscando quizás signos de sarcasmo en su mirada, en cambio, no los hubo.
-        ¿eso que significa? – pregunte algo aturdida, sin saber ni siquiera lo que estaba preguntando.
-        Nada. – respondió él, cortante. La conversación había acabado.

Pasaron las horas, y el chico seguía con la vista fija en la carretera, en cambio, yo tenia hambre y era incapaz de seguir quiera, no había dicho ni una palabra, y eso me hacia estar aun mas inquieta, empecé a marearme y sentí como el estomago se me hacia un puño.

Ciro

-        ¿estás bien?
Pare el coche cuando vi que palidecía. Por suerte un mirador estaba a menos de un kilómetro.
Cuando el coche se detuvo abrió la puerta y se perdió entre los arbustos. Baje yo también y me senté en el murillo de piedra. La noche estaba al inundar el cielo y solo entonces tendríamos algo de seguridad, tenia que sacarla de allí.
Cuando la chica volvió tenía un especto aterrador y el rostro completamente pálido, “si no fuera por mi, no estaría así”, me dije a mi mismo.
-        ¿Qué te pasa? – yo lo sabia, pero quería saber hasta donde conocía ella
-        No lo se… - respondió con el rostro desolado
-        Kristen… - susurre, quería decírselo. Sus ojos llorosos se posaron en los míos – perdóname… - su cara se torno una interrogación – es mi culpa que estés así – afirme
-        No digas eso, seguro que no es tu culpa
-        Te deje embarazada y ahora tengo que obligarte a huir cuando seguramente nos encuentren – las palabras salieron a borbotones de mi boca, tropezándose unas con otras, como si hubieran abierto un grifo y luego se hubiese roto la llave.
La chica se quedo tensa sin apartar su vista de mí. Detuve el coche.
Oí el ruido de la puerta al abrirse y como sus pies se hundían en la graba de la carretera, estaba mirando hacia el cielo con la mirada perdida en ningún lado