Resumen

Todo cambió cuando él se interpuso en mi camino, sin un motivo, sin una explicación, se propuso cambiar mi vida, y lo consiguió, pero las consecuencias, son impredecibles

jueves, 23 de febrero de 2012

2º Entrega



Esa noche no pude dormir, una niña que dormía junto a la ventana se pasó las horas llorando, era nueva, llevaba menos de una semana en ese infierno al que llamaban orfanato, donde se supone que intentaban que los menores sin familia pudieran ser felices… pero realmente no hacían eso, sólo intentaban regalarnos al primero que pasara mientras esperaban a que tuviéramos la mayoría de edad para poder echarnos de allí. Me puse a pensar, pensé en lo agradable que sería vivir sola en una casa, sin que la gente me preguntara a todas horas si estaba bien, o si echaba de menos a mis padres, pensaba también en lo bien que me sentía por que esa abominación que tenía por padre se hubiera suicidado, y luego me sentía mal por el hecho de que me sintiera tan libre a pesar de que ese hombre hubiese matado a mi madre. Pensaba, en lo fácil que sería escaparse de allí, ya que a nadie le importaría que desapareciera, nadie me buscaría… lo pensé tanto que quería hacerlo realidad, con todas mis ganas, casi todo en mi gritaba: corre, pero mi cuerpo no reaccionaba, la otra parte sólo quería descansar.
Cuando salió el sol de la mañana y la luz inundó la habitación, la mujer de siempre nos despertó y nos hizo bajar al patio mientras se terminaba de hacer el desayuno. Como siempre, me sentí como la oveja negra, todos allí eran menores que yo, a excepción de otra chica un año mayor, que tan solo le faltaban unos meses para llegar a la mayoría de edad.
Quizás debí quedarme en ese patio rodeada de niños pequeños a los que algún adulto adoptaría, quizás hacía mal al irme, sin dinero, sin un destino… pero poco me importaba, por que quería empezar mi propia aventura lejos de allí. Cuando comencé a correr, todos los niños dejaron de jugar y dirigieron sus miradas hacia mi, al principio me molesto, por miedo a que me descubrieran y me hicieran volver, pero luego dejo de tener la minima importancia.
Una vocecita me preguntaba que qué hacía, no tenía una respuesta lógica para esa pregunta, cuando me hube alejado varias manzanas de ese lugar y me detuve en seco, esa pregunta se hizo sólida.
El chico del día anterior apareció tras un edificio con el semblante serio como si yo fuese una niña traviesa y él, el padre que tenía que aguantar mis rabietas.
-        ¿Qué haces? – preguntaba como si se estuviera aburriendo de mí.
-        Buscarme una vida mejor. – le respondí, esperando que eso le fuera suficiente
El chico puso los ojos en blanco, sabía que se moría de ganas de repetir la afirmación “estas loca” y seguía siendo verdad, pero prefería prescindir de ella. Dio un violento suspiro y me agarró de la mano, dirigiéndome lejos de la vista de conductores. Su mano sobre la mía hizo que me recorriera un escalofrío, a pesar de que parecía no tener temperatura. Cuando doblamos la esquina me empujo a la pared y me cerró el paso.
-        ¿Por qué haces esto? – me gritó, a pesar de que ya lo sabía. No le contesté, mis ojos se inundaron inútilmente de lágrimas sin sentido. Poco a poco su expresión se fue relajando y acabó mirándome con algo parecido a ternura o pena.
Ese chico hacía que me sintiera bien, pero a la vez me enfadaba mas que nadie
-        Si tanto te preocupa… ¿por qué no me ayudas? – me aventuré. Volvió a suspirar.
-        Eso hago, constantemente – respondió, como si estuviera algo desesperado.
Al final se dio por vencido, y me llevó a un piso que supuse que era suyo, estaba lleno de fotos, la mayoría de chicas, en todas sus edades, familiares, supuse, había desde fotos en blanco y negro, hasta algunas no tan antiguas. Una llamó mi atención. Una niña sonriente alzada por dos brazos fuertes, al lado, una madre muy orgullosa de la familia que había conseguido, la niña era yo, a mis 3 años quizás. No me asusté por que tuviera fotos mías, lo que hice fue cuestionarme de que algún día esa familia existiera.
-        Conocía a tu madre – me dijo el chico, a pesar de que yo no se lo pregunté. Asentí.
-        ¿Era feliz? – dije sin darme cuenta
A pesar de que no quería preguntar, lo miré con toda la esperanza de que me afirmara de que en algún momento lo fue.
El chico me asintió
-        Lo era cada vez que te veía – me dijo el chico con dureza. Quería creerlo, pero me era imposible después de ver lo que le hacía ese hombre.
-        ¿Cómo te llamas? – le pregunté. El chico se quedó pensativo, y por unos segundos dudé de que me fuera a responder
-        Kristen… ¿Para que quieres saber mi nombre?
-        Ya que tu sabes el mío y me vas a ayudar… - le dije como si intentara suplicarle
-        Me llamo Ciro – su nombre sonaba irreal, aunque no fuese de los mas extraños.
-        ¿Por qué me ayudas?
-        Quieres ayuda ¿cierto? – dijo como frase final, ya cansado de mis preguntas.
No volví a decir nada, me senté en el sillón a observar las miles de fotos que había en la habitación.

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